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He estado demasiados días sin alimentar el blog de clase ya que sabéis que corrigiendo se me han ido las horas y los días. Retomamos ya nuestro blog recordando que la última entrada hablaba de un concurso de redacciones en el día de los difuntos y posibles premios. Algunos habéis apuntado muy alto diciendo que sería fantástico un viaje, y no lo niego. Si el que gana es el del viaje yo prometo responder con la lectura de un apasionante relato que nos saque del aula y nos lleve a otras tierras e incluso a otros tiempos. Otros se conformaban con golosinas, con un aplauso o con un positivo bien en mi corazón o bien en mi cuaderno.
Al grano. Que aprovechando que habíamos trabajado las diferentes estructuras y formas de narrar hice una propuesta en clase para escribir una narración breve de unas veinte líneas. Las bases eran las siguientes: tenía que ser una narración que empezara por el final de la acción, en primera persona. El personaje no tenía que ser una persona y propuse un animal: el lobo de Caperucita. El género en el que se inscribe la narración es el más aterrador de todos:gotico.
El relato es totalmente espeluznante
Yal final la tenía allí, yo tendido en la cama y ella haciéndome preguntas sobre el raro aspecto de su querida abuelita. Tenía unas ganas indomables de comérmela ya que llevaba varios meses buscando comida entre la basura. Finalmente, no pude contener esa ansia carnívora y a la pregunta de "¿y esos dientes?" me lancé a devorarla. Entré en un placentero frenesí que acabó siendo un gran baño de sangre en el que mis sentidos se agitaban y los variopintos sabores bailaban en mi paladar. Y cuando ya estaba muerta y en proceso digestivo, decidí honrarle la memoria y recapitular sobre su vida.
Sé que era una joven costurera de un pueblo cercano, quizás Cuzcurrita o Tirgo, y que su madre podía ser tan persuasiva que Caperucita, que era como yo la llamaba, se negaba a salir al bosque en noche cerrada. Su abuela era una inocentona, igual que ella, y se había creído al pie de la letra la sarta de mentiras que le había contado. No descansé hasta llegar a ella. Me comí a la pobre mujer y me disfracé con sus ropas. Me metí en su cómoda y mullida cama. Hasta ahora.
Todos los policías de la región me estarán buscando acompañados quizás de esos sanguinarios cazadores que pretenden acabar con mi estirpe, o de los campesinos que se cuidan mucho de que nos acerquemos a sus ovejas. ¿Qué hay de eso?
Al final sólo sé una cosa: soy un lobo.
YO LOBO
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