Nerea de 2º A ha escrito este maravilloso relato para disfrute de todos.
¿Es
lo mío verdaderamente mío?
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¡Qué más me podía pasar! El viaje de
vuelta de las vacaciones había sido espantoso. El pasajero del asiento contiguo
se había pasado todo el trayecto estornudando y tosiendo. Para colmo, al ir a recoger las
maletas una señora se había adueñado de
una de mis bolsas y se negaba a devolvérmela. Se encolerizaba tanto que llegué
a pesar que igual me daba un tortazo. Por si acaso, me mantenía a cierta
distancia de ella cuando vino el agente de seguridad. Una hora estuvimos discutiendo para que al final
pudiera llevarme mi bolsa.
Por fin estaba ante la puerta de mi
casa. Solo pensaba en coger una lata de la nevera y sentarme plácidamente en el
sofá.
Saqué las llaves del bolsillo y me
dispuse a abrir. ¡Qué extraño!, la llave no funcionaba. De repente, un chico me
abrió la puerta. Empezó a hacerme preguntas y casi sin darme cuenta me vi
contestando a desconocido sobre que hacía yo en mi propia casa.
No sabía qué hacer, aquel joven me
hablaba como si la casa fuera suya, decía que como estaba vacía tenía derecho a
ocuparla y como ahora ya no estaba vacía
porque él vivía allí, yo no tenía ningún derecho a entrar.
Mi imagen era espectacular, con la
boca abierta de incredulidad, en una mano la llave de la puerta y en otra una
maleta, no era capaz de articular palabra.
Finalmente apoyé mi maleta en el
suelo y me dispuse a replicar. En ese momento el chico me agarró de los hombros
y me giró en dirección al jardín, pude ver que en la caseta donde se alojaba mi
perro, en vez de Rex ponía, con una letra muy cursi Nancy. Aquello fue la gota
que colmó el vaso, cuando me di la vuelta el joven se estaba literalmente
partiendo de risa y levantaba el pulgar a modo de señal. Me giré de nuevo hacia
el jardín y allí pude ver a un hombre
grande con una gorra que sostenía una cámara y también tenía su pulgar hacia
arriba. Al parecer todo era una broma televisiva.
Frunciendo el ceño entré a mi casa y en vez de ir a la
nevera por un refresco, fui al armario
de las medicinas a por una aspirina.
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